Si bien es cierto que nuestro cerebro presenta
una capacidad plástica que permite que el niño vaya adquiriendo funciones y
habilidades propias de su desarrollo y que como padres es bueno estimular este
desarrollo, es importante no caer en el error de la sobreestimulación.
Dentro del
desarrollo evolutivo de nuestros hijos se dan unas ventanas temporales
del desarrollo, donde el cerebro de nuestro hijo estará más “predispuesto” para
adquirir determinadas habilidades o funciones.
Es bueno que como padres conozcamos estas
ventanas temporales para fomentar el desarrollo de cada una de las funciones,
sin embargo, la sobreestimulación puede provocar efectos negativos en su desarrollo.
Varios experimentos realizados por Rosenweig y cols. con ratas
concluyen que tanto una privación sensorial como una sobreestimulación provocan
cambios cognitivos, emocionales y conductuales. Igualmente, estudios como el
llevado a cabo por el equipo de Neuroplasticidad y Aprendizaje de la
Universidad de Granada concluyen que una estimulación excesiva y aplicada en un
periodo evolutivo precoz puede perjudicar al aprendizaje: “se aprende peor si nos
han enseñado empleando técnicas complejas antes de que el cerebro se haya
formado adecuadamente".
En
el caso de la privación de estimulación, se ha observado una disminución de la
conducta exploratoria, patrones de sueño alterados y conductas de juego
anómalos.
En relación a la sobreestimulación se concluye
que el hecho de que queramos fomentar un desarrollo precoz en nuestros hijos insistiéndoles
en la necesidad de adquirir un aprendizaje de forma acelerada sin tener en
cuenta las ventanas temporales y antes de que la zona responsable de esa
habilidad o función se haya desarrollado en el SNC, provocará que sea otra área
del cerebro la que se responsabilice de esa función (aunque se adquiera el
aprendizaje), dejando esta área de hacer alguna tarea para la que estaba
previamente programada.
La sobreestimulación y el intento de
acelerar el ritmo neuroevolutivo del niño puede volverse en contra de nuestras
pretensiones. La sobreestimulación y
el aumento de la dedicación del SN a una
tarea o habilidad sólo se puede hacer con
un coste: restamos área cortical para otras funciones (lo cual puede
ocurrir especialmente si queremos
acelerar una adquisición para la que el SN aún no tiene el área pertinente suficientemente
evolucionada) o incluso puede llegar a producirse efectos contrarios al aumento
de la habilidad deseado por una representación extendida negligente o una
plasticidad maladaptativa.
Además, el apuntar a nuestros hijos a
varias actividades, exigiéndoles que alcancen buenos resultados en cada una de
ellas, puede resultar estresante e incluso frustrante generando como
consecuencia un rechazo al aprendizaje. El niño aún no está desarrollado ni
cognitivamente ni físicamente para poder desenvolverse de forma óptima en
diversas actividades ya que su desarrollo neurológico aún no ha alcanzado su
máximo.
Hay que insistir en que la clave está más
en la calidad de las actividades y la estimulación que en la cantidad, saber
buscar momentos adecuados y respetar sus estado fisiológicos y necesidades. Es
bueno que los niños jueguen, descansen, bailen, escuchen música, corran….porque
esto también favorece su desarrollo y al ritmo adecuado.